La importancia de expresar los sentimientos en la infancia
Existen evidencias científicas que desde las primeras semanas de vida los bebés son seres con emociones y que la mayoría de estas, se van aprendiendo con la interacción con el mundo exterior. Empieza con la visión única de sus cuidadores y poco a poco se va extendiendo al resto del mundo.Al conjunto de emociones que…
Existen evidencias científicas que desde las primeras semanas de vida los bebés son seres con emociones y que la mayoría de estas, se van aprendiendo con la interacción con el mundo exterior. Empieza con la visión única de sus cuidadores y poco a poco se va extendiendo al resto del mundo.
Al conjunto de emociones que surgen al nacer las llamamos emociones primarias y algunos científicos creen que están biológicamente programadas. En cambio las emociones secundarias o complejas, suelen surgir en el segundo año de vida. Éstas últimas, son emociones autoconscientes y evaluativas, que ayudan a interactuar con el mundo de una manera más o menos eficaz, y es precisamente en estas donde podemos ayudar a nuestros hijos a crear un referente emocional sano. Con esto no quiero decir que hasta los dos años de edad las emociones de tus hijos no sean importantes. Debemos entender que para crear esas emociones autoconscientes se van a basar en las emociones vividas desde sus primeras sensaciones.
Escuchar al niño es hacer que se sienta respetado y por lo tanto es enseñarle que tiene el derecho de ser respetado.
Socialmente venimos de una generación donde primaba el autocontrol emocional. Si hablamos con nuestros abuelos sobre las emociones, lo más probable es que lo que más escuchemos sea “de eso no se hablaba” o “eso no se pregunta”. Se vivía en un mundo donde, no solo era tabú exteriorizar sentimientos, sino que en parte también lo era tenerlos, por lo que se creaba un gran conflicto interior al no poder entender lo que sentíamos, o peor aún, pensar que nuestros sentimientos eran malos.
Desde la generación del amor libre (década de los 60) a la actualidad, ha habido grandes cambios respecto a la aceptación y respeto de las emociones personales y sociales. Se siente, se habla y se expresa con más normalidad. El término empatía nace en esos días, palabra casi desconocida entonces, en cambio hoy en día es de lo más habitual escucharla.
¿Por qué nuestros niños no son capaces de expresar, entender y gestionar sus emociones?
La respuesta es simple, el aprendizaje emocional, conocer y entender nuestras emociones, lo estamos haciendo de adultos y no de niños y esto tiene repercusiones. La pedagogía demuestra que en la infancia es donde se asimilan e interiorizan mejor los conocimientos, por eso hacemos que los niños de tres años aprendan cosas tan necesarias como el nombre de los planetas o la diferencia de especies. En cambio si se enfada porque no le sale algo es incapaz de tolerar la frustración que esto le genera, no sabe expresarse y no tiene recursos, generalmente porque nadie le ha enseñado. Seguramente ni tan siquiera es capaz de entender que está enfadado y que es normal sentirse así.
Es por esto que desde la psicología luchamos para hacer partícipes a los adultos que se encargan del aprendizaje de los niños (padres, madres, abuelos, profesores, cuidadores, tutores), del aprendizaje emocional. Quizás no nos parezca necesario explicar que es estar enfadado, amar a alguien o estar triste, pero parte de estas emociones son las que hemos definido anteriormente como emociones secundarias, que el niño las va aprendiendo durante su interacción con el mundo y aún no las sabe gestionar.
Existen muchos recursos para trabajar estas emociones, juegos, libros, películas, talleres, pero lo primero que hay que hacer es escuchar al niño. Debe interiorizar que puede expresarse libremente y que puede preguntar sobre ellos. Es necesario que cada día tenga un espacio para expresar lo que ha sentido – “he estado triste”; “me ha hecho feliz ganar la carrera”. Escuchar al niño es hacer que se sienta respetado y por lo tanto es enseñarle que tiene el derecho de ser respetado.